Recuperemos algo del humanismo renacentista frente a la tecnocracia reciente


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Foto de Luke Porter en Unsplash

De un tiempo a esta parte hay una clara tendencia a sustituir a los dioses y su divina voluntad, por la tecnología, por la voluntad de las IA y demás artefactos tecnológicos.

En la Italia del Siglo XV se vio un renacer de las artes y de la humanidad, que abandonaba el teocentrismo y la oscuridad medieval, por un renovado antropocentrismo y ambición por alcanzar y difundir conocimiento, desarrollarando al máximo las capacidades del hombre.

Ahora sin embargo, no sé si movidos por la pereza, por la errónea idea de que dispondremos siempre de la libertad y comodidades actuales, o si por pura estupidez, estamos cediendo la potestad de moldear el mundo y nuestras vidas a las máquinas (llámela algoritmo, IA o como prefiera).

No me he vuelto loco (creo) y esto no deja de ser un blog jurídico.

Esta reflexión viene a colación de la creciente conflictividad que sufrimos los operadores jurídicos por culpa de la reiterada frase: “el sistema no me deja”.

Cualquier profesional, que deba batallar con el sistema burocrático que hemos creado, sabrá de lo que le hablo. Si vas a pedir un certificado de posiciones financieras para una herencia, no faltará el trabajador bancario que te diga que, no puede incluir el detalle de los últimos movimientos previos al fallecimiento, o el mayor saldo en los últimos 12 meses, “porque el sistema no le deja”. Te dirá que su sistema informático tiene una función preconfigurada para generar ese documento y que no puede alterar el modelo ya configurado.

Si vas a un Ayto. a reclamar respuesta a una solicitud online de un determinado certificado o duplicado, no faltará el funcionario que te diga que es que “la solicitud no les ha llegado, “porque el sistema….” Y no hablemos de la famosa ley de protección de datos personales, ya se incluye la expresa excepción a dicha norma en los poderes…

Si intentas presentar cualquier escrito por Lexnet, que no esté claramente previsto por el sistema, tendrás que perder horas llamando a soporte o a algún procurador avezado en su uso para poder burlar las limitaciones del sistema.

De igual forma, si vas a declarar un impuesto de sucesiones con un NIF muy antiguo y que ha sido dado de baja en el censo, tendrás que ver como el sistema no te deja presentar tu autoliquidación del impuesto, y has de pedir cita en la oficina liquidadora o sede de la consejería de Hacienda correspondiente para poder interesar un NIF ficticio o hacer una presentación manual, burlando el bloqueo del sistema.

Peor aún, si vas a pedir un préstamo hipotecario o a contratar un seguro, será un algoritmo, cuyo funcionamiento es opaco a todos, quien decida si eres merecedor de ese préstamo o digno de ser cubierto por una compañía aseguradora, y lo hará sin justificar o motivar tan relevante decisión. Hemos sustituido el proceso humano de valoración del riesgo por un proceso automático, imposible de auditar o, peor aun, de sortear. El trabajador de la entidad financiera o aseguradora no puede asumir la responsabilidad de contradecir la máquina, porque sus superiores confían más en el criterio de un programa informático que en el criterio humano de las personas que ceden su tiempo vital para hacer crecer la empresa.

¿Nos hemos vuelto locos? Volviendo al ejemplo de los impuestos o del préstamo, si nos retrotraemos a momentos anteriores a toda esta locura, cuando aún todas las presentaciones tributarias se hacían en soporte papel y en persona, el funcionario podía señalarte que había un defecto y tú tenías la opción, conforme a derecho, de decir: “agradezco su comentario, pero insisto en presentar mi autoliquidación tal y como va y por supuesto aceptaré y contestaré cualquier requerimiento o resolución negativa.” Pero la liquidación se presentaba, ese día, en plazo, sin estrés, sin perder horas batallando inútilmente con un sistema informático.

De igual forma, cuando tenías un proyecto claro y firme, aunque los papeles aun no soportasen tu proyección y potencial, el ser humano que tenías en frente asumía el riesgo de ver y compartir tu visión y financiarla, porque atendía a criterios o datos intangibles para una máquina: lo educado y responsable que habías acreditado ser en el día a día desde que naciste, la trayectoria vital de toda tu familia, tus éxitos y desempeño en el equipo local o en el centro educativo que demostraban tu inteligencia, disciplina y cultura del esfuerzo, etc…

NO me malinterpreten,
no tengo nada en contra del sistema informático como herramienta. Yo eliminé el papel de mi oficina en 2010, mucho antes de que existiese el concepto “oficina 0 papel ” o incluso Lexnet, pero lo hice no por amor a la tecnología, sino porque encontré una herramienta eficaz para un fin concreto, almacenar un volumen inasumible de documentación, de forma ordenada, barata y fácilmente accesible.

Pero una herramienta es por definición un instrumento que sirve para hacer algo o conseguir un fin, un objeto al servicio de su usuario u operador.

Ahora todo son sistemas rígidos, que a veces ayudan, no digo que no, pero que en otras te limitan de forma injusta e innecesaria porque les hemos conferido más poder del que tenía el funcionario de cualquier ventanilla. La máquina puede impedirte presentar algo, puede impedirte conseguir aquello que por derecho te corresponde obtener, salvo que estés dispuesto a invertir tiempo considerable en buscar al funcionario o técnico con facultar para pasar por encima del sistema (si lo hay).

Si no me creen plantéense algo que a todos o a la gran mayoría afecta: las denominadas ayudas a la conducción de los vehículos. Hoy en día todos los coches han de traer por imposición legal sistemas denominados de ayudas a la conducción, que en muchos casos ya, son sistemas que pueden conducir el vehículo de forma quasi autónoma.

Pues bien, uno de esos sistemas son los denominados "ayudas de frenada de emergencia", donde si el vehículo piensa que te vas a estampar, procederá a detener el vehículo en seco en contra o con independencia de tu presión en el acelerador. Igualmente el denominado sistema de asistencia para mantenerte centrado en el carril, corregirá el rumbo del coche, en contra de tu voluntad, debiendo tú hacer un claro esfuerzo para vencer la creciente resistencia del volante.

Ojo, el sistema no te pita o llama tu atención sobre un posible error, por segundos toma el control del vehículo, pero si el sistema se equivoca (y tu no lo corriges a tiempo), el golpe te lo llevas tú. Yo he estado muy cerca de sufrir un alcance por una frenada de emergencia injustificada en tráfico denso.

¿Quién ha decidido que la máquina tenga igual o más poder de decisión que el ser humano que lo opera?¿De verdad creemos que la irresponsabilidad o torpeza de algunos puede justificar la sistemática degradación de todos desde usuarios/operadores a adultos tutelados por las máquinas?